En general cuando uno se dispone a escuchar o, en este caso, a leer un anécdota que sucedió en Humahuaca no puede relacionarlo con la locura. Eso, cuando no nos incluye a Laura y a mí, que por una fuerza centrífuga, transformamos todo lo que vivimos en un delirio.
Llegamos una mañana de enero a Humahuaca. Hacía un calor de morirse y cargábamos en nuestras espaldas unas mochilas pesadísimas y una resaca insoportable, cuyo peso se agravó teniendo en cuenta que habíamos dormido pocas horas, la mitad de las cuales transcurrieron en un colectivo. No habíamos hecho ni una cuadra, cuando se nos acercó un muchacho. Parecía haber nacido por ahí, con esa inocencia y bondad que tienen los norteños. Nos ofrecía un hostel. Tenía, que casualidad, una habitación para dos, a un precio tan accesible ($10) que era obviamente sospechoso. Pero justo teníamos los reflejos atontados por los niveles de alcohol en sangre. Caminamos con él varias cuadras, muchas más de las que podíamos soportar. Llegamos y el hostel tenía el siguiente panorama: una casa vieja, con olor a humedad, el baño era compartido, las sabanas viejas y casi transparentes colgadas al sol, una heladera prehistórica. Lo atendía un músico de folklore, morocho y con los rasgos típicos de la zona. Nos muestra la habitación... todavía me parece sentir ese olor a adobe humedecido. Una cucha de perro habría sido mejor. Tenía dos camas de hospital que cuando te acostabas quedabas doblada en 45 grados y que, para colmo, estaban separadas por unos escasos centímetros. Esta bien... una ventana era mucho pedir, pero mínimamente un picaporte podría haber tenido, no? En fin... miramos alrededor y vimos que la luz con la que contábamos era una lamparita que se enchufaba. Y justo que teníamos que cargar el celular! Bue... nos quedaremos a oscuras, pensamos, si total sólo queremos dormir.
Yo creo que si hubiera estado un poco más cerca del centro nos hubiéramos ido. Pero de solo pensar en cargar otra vez las mochilas, pensamos que era mejor el mal de chagas. Asique nos acomodamos, en la medida de lo posible, y nos pusimos a charlar con unos pibes que paraban en el mismo hostel y que, encima, parecían muy conformes con el lugar. Uno de ellos, era un cordobés. Con la gracia que los caracteriza me empezó a contar que había llegado hasta Humahuaca en un camión jaula, que en realidad lo había dejado en el medio del Chaco y que de ahí no se cuantas veces había hecho dedo. Todo esto lo relataba mientras afinaba la guitarra y su amigo tocaba uno de esos pianitos de viento. Sé cuán ilógico suena, y, la verdad no se bien cómo funcionan, pero mientras tocaba, soplaba por una boquilla.
Nos tiramos un ratito a dormir. Al menos lo intentamos. Pero estabamos demasiado tentadas y pasadas de vuelta. Decidimos salir a conocer la ciudad. Caminamos por el centro. Pero todo era tan dificultoso, la resaca que nos mataba y el sopor de la siesta se hacía insoportable. Humahuaca es un pueblo chiquito, pero igual nos metimos en la casa de turismo para ver que podíamos hacer. La atendía una señora regordeta que estaba completamente dormida. Pagamos un mapa que encima tenia mal las referencias asique dimos mil vueltas sin saber a dónde íbamos. Nos recomendaron ir al mirador y hacía allí emprendimos nuestro camino. No habíamos hecho ni diez cuadras por un lo que parecía un camino en el medio de una villa, cuando decidimos que era demasiado lejos. Volvimos al centro y nos antojamos con un helado. Nadie que tenga un paladar medianamente decente se puede antojar con un helado así. Igual lo tomamos y nos sentamos en la puerta de una casa a escribir el diario de viaje. En eso, se nos acerca un rastaman que habida cuenta del olor que emanaba se notaba que hacía varios días que no se bañaba y que andaba con muchísimas ganas de charlar. Eventualmente nos lo sacamos de encima y nos sentamos a tomar unos mates y galletitas de agua en el monumento del centro. Por ahí había un grupo de chicos de los cuales dos se iban a trasformar en nuestros compañeros de viaje hasta el final.
Volvimos agotadas al hostel dispuestas a bañarnos y acotarnos. Pero estaba todo el grupo de folklore preparándose para la presentación de esa noche en un peña que quedaba en el barrio que habíamos recorrido a la tarde. Huimos despavoridas a la cuchita después de haber prometido que íbamos a ir. Esperamos hasta que se fueran y salimos a comer. Llegamos a un barcito en una esquina dispuestas a comernos unas ricas empanadas. Pero la moza estaba decidida a no darnos bola y a traernos la mitad de las cosas que pedíamos. Encima tuvimos que compartir la mesa con una pareja que no paraban de reprocharse cosas y discutir y es obvio que en esas situaciones uno quiere escuchar todo lo que dicen. Asique prácticamente no hablamos entre nosotras. Salimos de ahí totalmente insatisfechas. Volvimos al hostel y nos encontramos con unas chicas que habían querido comprar tres porciones de pollo con papas y les habían dado tres pollos enteros con papas y nos querían dar a nosotras. Negamos la invitación y ahí sí, nos acostamos a dormir acostadas en la cama pero metidas adentro de las bolsas de dormir. Las sábanas no daban asquito.
A la mañana siguiente nos levantamos bien temprano para bañarnos. Todos parecían dormir, pero por suerte había alguno despierto que nos ayudó a prender el agua caliente que era un sistema de los más complicado e ineficiente. La bañera estaba resbalosa. La cadena se tiraba con hilito que nunca supimos de donde venía. Hicimos lo más rápido que pudimos y nos escapamos excusándonos de no haber ido a la peña por una supuesta fiebre que me había agarrado a mí. Y prometiendo, falsamente, volver algún día. Llegamos a la terminal. El colectivo estaba atrasado y Lau se acercó a unos pibes. Uno tenía un gorro rasta, otro estaba a las puteadas y el otro nos contaba que el día anterior habían cruzado la frontera de Bolivia y les había pasado de todo. Nunca nos imaginamos que se convertirían en nuestros compañeros y protectores y que ese mágico viaje nos iba a dar la oportunidad de volver a Humahuaca y verla con otros ojos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
LOCA LOCA LOCA
ResponderEliminarNoooooooooooo!!!!!! No pare de reirme a carcajadas durante toda la lectura!! No se como se vera de afuera, pero que fueron 24 hs. de locura no se discute!! Jaja no puedo mas de la risa! (Comentario escrito por tu compañera de miles de horas de locura: Lauchis).-
ResponderEliminar