Alfonsina

Alfon no suena a llaves cuando llega. Genera un sonido especial, mezcla de tacos cansados de trabajar y bolsas de cartón. Llega con una sonrisa y en seguida me muestra lo que se compró: justo lo que necesitaba! Encima le viene re bien para combinarlo con tal otra cosa, en el medio me pide un mate (que yo siempre tengo listo porque sé que está por llegar)... ah! Y lo mejor de todo “baratísimo”! Yo me río un poco y en el fondo agradezco que sea así, porque es el FMI (Fondo Mundial de Indumentaria) al que siempre recurro en medio de una crisis de “Noséqueponerme”.

Es mi hermana mayor y gracias a eso me abrió muchos caminos, pero lo mejor de todo, me dejó muchos libres. Siempre que pienso en nosotras dos tengo la sensación de que había un gran número de cualidades. En la repartija ella, que vino primero, se llevó los mejorcitos y a mí me quedaron los resabios. Alfita, es ordenada (obsesivamente), limpia, tiene el pelo lacio siempre impecable, es práctica. Siempre hace, compra y piensa lo que es mejor. A veces tiene razón, mal que me pese. Por ser la más grande, o quizás porque es tan parte de sí misma, hizo todo lo que se espera que una hija haga. Eligió una carrera con salida laboral y cuando todavía no se había recibido (la hizo en 4 años justo) ya tenía trabajo. Ahora es toda una profesional reconocida y sigue creciendo.

Y yo que sigo dando vueltas por las nubes, la necesito tremendamente. Alfon es mi cable a tierra, la que con una simple pregunta me pega ondazo y me baja al mundo real. Me shokea y me deja pensando en cosas que jamás se me habrían ocurrido y que para ella son tan cotidianas. Pero esos dos mundos paralelos en los que vivimos se deshacen en un segundo cuando nos sentamos a tomar mates. Hablamos de todo. Lo mejor de ser tan distintas es que nos complementamos de manera perfecta, el yin y el yang unido por un lazo de sangre que se fue convirtiendo en una amistad tan necesaria como natural.

Quizás nunca se lo dije y este sea el mejor momento de que lo sepa. Todas las cosas que le he usado, todas las cosas que rompía sin querer queriendo, todas las veces que estuve detrás suyo, observándola silenciosamente, archivando gestos y actitudes, fueron siempre por un intento fallido se tratar de ser como ella. En respuesta a la lucha interna que todos tenemos con nosotros mismos. Por eso de chica la espiaba, me probaba su ropa. Nos peleábamos como locas y para colmo le pegaba siempre más fuerte.

Hoy que ya somos dos mujeres hechas y derechas (bue... no tanto) me doy cuenta de que ni ella es tan perfecta ni yo tan desastrosa. Todavía admiro su “Glamour hasta la muerte”, pero nunca olvido las manchas en su historial. Alfonsina es el hogar al que siempre tiendo cuando estoy triste, porque sé que hay una frase sabia esperándome y a donde llego a los saltitos con una buena noticia, porque también hay una sonrisa y un abrazo de felicidad. Porque daría toda la mitad de mi herencia con tal de verle los ojitos cuando está enamorada, como se le escapa la carcajada con tanta facilidad. Por escucharla cantar una canción de moda. Por verla en el sillón leyendo la Ohlalá. Porque jamás vuelva a esa adolescencia tan complicada.

Porque esté siempre un paso adelante mío, esperándome para ayudarme a darlo.